La frustración es algo habitual en las personas, casi cotidiano. Es una emoción derivada de la no consecución de nuestros objetivos, proyectos e ilusiones que, en principio, nos provoca sensaciones desagradables pero que, dependiendo de la actitud con la que la enfrentemos, podrá servirnos incluso de aprendizaje o, por el contrario, nos amargará la vida (alguien con una mente más flexible y positiva, buscará una solución de problemas para su situación frustrada y, a veces, simplemente, hará un cambio de planes en su vida, pensando que “no hay mal que por bien no venga”, continuando su vida a pesar de los obstáculos; simplemente, aceptará lo ocurrido y buscará otras salidas).
La baja resistencia a la frustración es una característica común tanto a las AACCII como al TDAH. Sin embargo, las AACCII (que no es un trastorno, sino una particularidad del ser humano) se frustran si cometen errores, fracasan en algo, no les sale como ellos quieren (perfeccionismo) y a la primera, no tienen éxito,…porque están acostumbrados/as a tener éxito en lo que emprenden con motivación y, además, son muy impacientes en conseguir las cosas. El exceso de confianza en sus posibilidades da lugar a que también se frustren cuando lo que llevan a cabo no resulta para ellos/ellas satisfactorio. Pero esta baja resistencia a la frustración no es debida a que les funcione mal ningún neurotransmisor cerebral, sino a su especial perfil de personalidad (hipersensibles, perfeccionistas, con necesidad de tener éxito, autoexigentes consigo mismos y críticos con los demás,…). Las personas con TDAH se frustran porque necesitan las recompensas a corto plazo (les cuesta mucho la demora del refuerzo positivo) para continuar estando motivados o motivarse en lo que hagan y que implanten una nueva conducta o comportamiento. En las personas con TDAH, la resistencia a la frustración es baja, ya que el TDAH es un trastorno crónico en el que hay un déficit de dopamina en el cerebro que les provoca limitaciones, entre ellas, las dificultades que tienen para regular sus emociones e impulsos y, como dijimos antes, la necesidad de recompensas a muy corto plazo (sobre todo, los niños/as y adolescentes, ya que el adulto puede haberse trabajado este aspecto a lo largo de su vida). Por otro lado, por las limitaciones atencionales, motivacionales y/o de control emocional y de impulsos, suelen tener más experiencias de fracaso al día, lo cual no les ayuda a superar con éxito situaciones de frustración (es más, se sentirán “desbordados” por las mismas). La demora de la recompensa, el control de emociones y de impulsos, el pobre control del tiempo, los déficits atencionales,…, esto es, las limitaciones que conlleva el TDAH, se pueden trabajar desde casa y el colegio, mejor si están dirigidas por un profesional experto en TDAH (al final, los padres de un niño con TDAH llegarán a ser unos “padres expertos”, siempre con la guía del profesional en cuanto a la información y formación psicoeducativa del problema de su hijo). La resistencia a la frustración se trabaja entrenándolos en demorar la recompensa (alargándola cada vez más) y felicitándolos luego por el esfuerzo puesto en ello y logros obtenidos; así mismo, habrá que enseñarlos a solucionar problemas y a ser cada vez más autónomos (habrá que evitar la sobreprotección, que no confundiremos con la orientación y asesoramiento por parte de los padres a los hijos).
Para resumir, tanto en las AACCII como en el TDAH, trabajar la baja resistencia a la frustración de ambos es fundamental, aunque será más difícil de conseguir en una persona con TDAH, ya que su déficit en dopamina es un agravante importante, pero no totalmente limitante (si la familia sabe dirigir bien a su hijo/a con TDAH, lo refuerza positivamente por sus pequeños logros y reina armonía en la casa, es mucho más fácil que la persona se fortalezca en este sentido).
Me parece muy interesante esta reflexión. Gracias Marisol.
Un abrazo,
Cris
Un gran abrazo, Cris.
Me alegro que te guste.
Marisol Gómez